martes, 26 de junio de 2012

Kristof Dueral: La búsqueda comienza

Al fin estábamos llegando a nuestro hogar, en lo profundo del Bosque Alto, tras una larga ausencia para reabastecernos en Luna Plateada.

-Está anocheciendo. Deberíamos parar por hoy y continuar el viaje por la mañana -comentó Shilkana, mi compañera de viajes y esposa desde hacía ya un lustro.
-De acuerdo -respondí-, esperaba que pudiéramos llegar hoy, pero tienes razón. No es seguro viajar de noche. Mañana continuaremos la marcha.

Nos pusimos a preparar el campamento, ella encendiendo el fuego y preparando los petates mientras yo sacaba un poco de carne del ciervo que nos había sobrado de la comida y me disponía a cocinarlo.
Cenamos en silencio, cansados como estábamos de la larga caminata. Nos dedicamos a escuchar los sonidos del bosque como tanto nos gustaba. Una suave y fresca brisa soplaba desde levante, haciendo la calurosa noche un poco más llevadera. Esa misma brisa fue la que nos alertó.
Un gritó se oyó en la lejanía, el grito de una joven, y venía de la misma dirección en la que estaba nuestro hogar. A ambos nos vino a la mente la imagen de Ternarel, hermana pequeña de Shilkana, que se había quedado vigilando nuestra casa mientras nosotros estábamos fuera.
Rápidamente apagamos el fuego y recogimos nuestras cosas. Nos encontrábamos a un par de horas de viaje a paso normal, pero corrimos a toda velocidad y en algo menos de una hora habíamos llegado a nuestra morada. Se veía luz en el interior de la cabaña, pero no se observaba ningún movimiento.

-Escucha un momento -susurré. Esperé un segundo y continué-. No se oye nada.
-Acércate por delante, yo daré un rodeo y me aproximaré por detrás -sugirió Shilkana.

Espadas en mano nos acercamos a nuestra casa, moviéndonos en silencio, pero no había nadie. La casa estaba patas arriba, como si hubiera habido algún tipo de pelea. Tan sólo había una pista, unas pisadas que se alejaban hacía el norte y sin más dilación nos pusimos a seguirlas.

Ambos corrían tan rápido como podían y sin embargo ninguno de los dos era capaz de alcanzar aquello que perseguían. Era extraño, las pisadas eran de forma y tamaño humano, sin embargo nadie es capaz de correr tan rápido llevando a alguien a cuestas. Las pisadas parecían tomar dirección este, hacia las afueras del bosque.

Seguimos el rastro durante varios días. Los cinco primeros días transcurrieron igual, Shilkana y yo corríamos todo cuanto podíamos y apenas parábamos un par de horas para recobrar el aliento y comer algo.
La noche del sexto día de rastreo, sin embargo, me percaté de que por la zona había otro tipo de huellas. Me puse en cuclillas para examinarlas más de cerca. Se trataba de trasgos, en gran cantidad, quizá una tribu entera. Y nuestro objetivo parecía ir directo hacía ellos.

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