lunes, 25 de junio de 2012

Alexandra Nalwyn

Ese día estaba rondando las calles de la ciudad en busca de una manera de sacarme un sueldo. Había escuchado ciertos rumores de un adinerado mercader que estaba por llegar, por lo que me dirigí a la taberna en la cual había trabado amistad con algunos de los empleados que se enteran de todos los rumores. Allí me informaron de poco, por lo que fui tienda por tienda haciéndome pasar por una importante personalidad de la corte, con tal de extraer algo de información. No había avanzado mucho en mi investigación cuando las tripas me empezaron a rugir. Tenía que buscar un lugar donde comer.

Mientras Alexandra se disponía a calmar su hambre, algo similar a un jirón de nube ocultó ligeramente el sol. A su vez, una bandada de pájaros comenzó a volar, no parecían tener rumbo fijo, cada ave volaba en una dirección diferente, algunas incluso se golpeaban contra edificios o volaban en círculos.


Aunque no muy familiarizada con el vuelo de los pájaros, esa actitud me resultó cuanto menos curiosa. No obstante tenía otras cosas de las que preocuparme, me dirigí hacia la taberna para comer algo y, de paso, intentar averiguar algo más sobre mi investigación.


La posada "El estómago caliente" no era precísamente un sitio donde se dignaría a comer un noble, sin embargo uno podía enterarse de muchas cosas si se sabía escuchar, y lo mas importante, se podía comer sin que te alcanzase un puñetazo sin ton ni son.


Cuando Alexandra se sentó el tabernero, un hombre canoso, con más de 50 inviernos, y que le faltaba algún diente se le acercó y le dijo:
- ¿Qué va a ser?


-Algo caliente. Y que no exceda las cinco piezas de cobre a ser posible. -Recordé el extraño comportamiento de los pájaros-  Por cierto, ¿hay alguna razón por la que las aves decidan estamparse contra los muros? -No olvidaba el tema que me traía entre manos, pretendía mantener una larga conversación con el tabernero, puesto que la hora de la comida había pasado hace un buen rato y la taberna estaba prácticamente vacía.

- No tengo mucha idea de pájaros, señora, pero son unos animales estúpidos, no se debe esperar gran cosa de ellos.
El hombre se marchó a la cocina y al rato salió con un trozo de carne de a saber qué tipo de animal.
- Aquí tiene, ¿quiere algo  más?


-Una jarra de cerveza. ¿Ha oído algo sobre ese renombrado mercader del que tanto se habla estos días? -No dejaba de pensar en cómo ganarme la confianza de aquel hombre, simplemente por tener un poderoso aliado. A lo largo de mis viaje había aprendido que en ocasiones es más importante tener amigos influyentes que un buen arma.

-Si... Algo he oido- dijo mientras se rascaba la barbilla- Según dicen vendrá fuertemente escoltado. Un hombre así es una bendición para cualquier posada en la que se hospede, una lástima que no se pase por aquí.


-¿Sabes cuando llegará? ¿Crees que estará dispuesto a mantener una interesante conversación o vendrá únicamente para hacer negocios? -Tenía muchas preguntas en la cabeza sobre aquel desconocido.

-No se sabe de forma oficial, viene desde Puerta de Baldur, es una larga travesía. Viene por negocios, pero seguro que es capaz de sacar un rato para una hermosa joven.- dijo mientras limpiaba una jarra.


-Muy amable por su parte- dije mientras esbozaba una seductora sonrisa. No había duda en aquello, pensé. Me había comido el plato casi sin percatarme, a pesar de que el sabor no acompañaba. Le dejé sobre la mesa varias monedas mientras me levantaba y me despedía del tabernero. Salí de la taberna y me dispuse a dar una vuelta por la ciudad antes de que empezara a oscurecer.

Al salir de la posada la imagen fue tanto o más extraña que cuando entró. En el suelo había cadáveres de algunos de los pájaros, lo que ya resultaba extraño. Lo curioso es que no se veía ningún otro tipo de ave por la zona, ni ningún otro animal.


Me agaché y examiné una de las aves que había en el suelo pero no pude dar ningún tipo de explicación al fenómeno. Empecé a caminar con la cabeza levantada, mirando a los cielos.

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